Educar con la imagen

El triunfo de la cinofilia británica sobre la continental

El buen gusto por el perro de calidad, y en consecuencia el progreso de la cinología, avanzó hacia cuotas de excelencia más rápidamente en el mundo anglosajón que en Europa continental. Un progreso motivado por algo tan sencillo como las representaciones pictóricas de los perros y su traslación descriptiva a los estándares frente a las minuciosas y tantas veces cripticas descripciones zooténicas adoptadas por la FCI.
Entre los libros más populares en la Inglaterra de finales del siglo XIX se encuentra «The Illustrated Book of the Dog», de Vero Shaw, publicado en 1881 por la casa editora Cassell. La edición contenía 93 láminas a color y varias más en blanco y negro. Publicación ligada a la revista de miscelánea «Cassell», que se editó entre 1881 y 1932. Este libro ilustrado sobre razas caninas fue el libro de referencia sobre la cría y exposición de los perros de raza durante la época victoriana y ejerció influencia en muchas publicaciones posteriores. Pero su valor más destacado fue la educación del gusto de criadores, jueces y público en la valoración de los buenos perros gracias al poder pedagógico que tienen las imágenes.
La editorial no escatimó gastos en reproducir láminas con representaciones de perros destacados, a pesar del alto coste económico que representaba. Estas láminas fueron depurando el buen gusto británico en el momento de apreciar la calidad racial de los perros. En la revista escribieron algunos de los más brillantes hombres de letras en lengua inglesa del momento, como Robert Louis Stevenson, Arthur Conan Doyle o Sheridan Le Fanu. A los que aprecien, como me pasa a mí, la literatura de terror gótico, les recomiendo leer «Camilla», novela corta de Sheridan Le Fanu que inspiró a Bram Stoker su «Drácula»
Las ilustraciones eran cromolitografías en las que los perros aparecen representados en ambientes naturales o en interiores hogareños, dependiendo de la raza, pero siempre identificados por su nombre y propietario. Perros reales, animales vivos, que el aficionado había podido contemplar en las exposiciones del ramo. Un interesante detalle que nos permite hoy conocer que aspecto tenían las razas en aquellos años y lo avanzado de la cinología británica comparada con la continental en esos mismos años.
EDUCAR MEDIANTE LA IMAGEN
La formación de un buen gusto en la apreciación de una raza canina es tarea que precisa educación. No por ser el perro animal cotidiano es sencillo valorar cuando un ejemplar es poseedor de la morfología correcta para su raza. Una de las virtudes de la cinofilia británica fue aprender tempranamente el valor educativo de las imagenes. Desde finales del siglo XIX las representaciones pictóricas británicas de los perros de raza toman modelos reales, perros con nombre propio, ganadores de exposiciones. Los pintores animalistas no pintan el pointer ideal, el spaniel ideal, muy al contrario, retratan a los campeones de esas razas como prototipos ejemplarizantes. El resultado fue un rápido aprendizaje entre los interesados por los perros de lo que era correcto e incorrecto en cada raza, ya fueran criadores, expositores o simple público aficionado al recreo que suponía para el mundo inglés asistir a las exposiciones de animales.
Los estándares británicos apenas empleaban palabras técnicas, son más breves, menos detallados, que los de la FCI. Eluden el uso de términos muy técnicos o científicos. Recurren incluso a comparaciones con animales y objetos de la vida cotidiana para simplificar en una imagen lo que debe ser correcto en el perro. La cinofilia inglesa aportó otro valor muy interesante, la sutil diferencia que se da entre el «estándar racial» y el «tipo racial». Frente a la descripción detallada del ideal de la raza, que caracteriza al estándar, el tipo racial es más sencillo y se refiere al conjunto de caracteres físicos cuya mera observación es suficiente para establecer la calidad del perro. En castellano solemos decir que un perro “está en tipo” o “tiene tipo”.
En lo personal opino que los estándares deben ser sencillos, que transmitan de forma precisa la conformación física correcta de la raza. Se dice que el ignorante esconde su ignorancia bajo palabras eruditas para parecer culto. Los estándares abstrusos están bien para los zootécnicos en los libros de veterinaria, pero no para el criador y expositor de perros. Hace tiempo leí un artículo de Raymond Triquet, que fuera presidente de la Comisión de estándares de la FCI, que me ratifica en lo que estoy exponiendo. Decía el francés en su artículo «Los perros, su estándar y los juicios»: «Hay dos clases de jueces: los que no necesitan un patrón (reservado para los ignorantes) porque tienen en mente un tipo de perro que conocen mejor que nadie, y los que juzgan según un estándar que les sirve de guía y que a veces llegan a releer el día anterior a la exposición. Los primeros son peligrosos porque lo que tienen en mente es un tipo que conocen porque lo criaron o se enamoraron de él durante un show o en un criador. Lo reconocen instantáneamente en todas partes para premiarlo. Esto conduce al hipertipo»
Palabras que pueden cuestionarse desde distintos puntos de vista, en especial afirmar que los jueces que no releen continuamente los estándares son responsables de los hipertipos. Para Triquet un estándar es, y copio literal, la «Descripción metódica del arquetipo» (Description méthodique de l’archétype). Yo apostaría por el valor educativo de una «Descripción visual del arquetipo», pues creo en aquello de que «Una imagen vale más que mil palabras» Un simple ejemplo sobre esto. ¿Cómo se describe verbalmente un color? Raramente coinciden dos personas sobre la descripción del color de un mismo animal que observan.
La descripción de un estándar tiene como fin crear en su lector una imagen mental del perro perfecto en su ausencia física. El estándar se habrá redactado de una manera precisa, sin hacer juicios de valor y sin dejar intervenir los sentimientos. Pero en la lectura de descripciones opera nuestra carga emocional que aporta valoraciones personales, por tanto, no nos transmite una representación objetiva de la realidad. Lo que se agrava por el hecho de que desde hace miles de años un elemento faneróptico como el color ha venido ligándose a las aptitudes caninas, el blanco es calidad en el perro montero, el rojo señala fuerza o ira en perro de presa, el negro ideal para un perro guardián como los mastines, etc. Creencias procedentes de la cultura popular. ¿Con un estándar en la mano cargado de términos científicos el aficionado nuevo se convertirá en un experto y llegará a ser un buen juez? Me temo que no. Le faltará la lección esencial, ver muchos buenos perros. Construir en su mente la IMAGEN ideal del perro de esa raza.
Todas esas deliciosas litografías, grabados y óleos antiguos con representaciones de perros de calidad constatada han contribuido más a la formación correcta de las razas británicas que los miles de palabras que la zootecnia continental ha vertido sobre nuestros oídos. Hoy que las imágenes se han convertido en un medio didáctico en las aulas no me cabe duda de que aquellas pinturas contribuyeron mejor a que los británicos comprendieran y apreciaran los perros de raza que los minuciosos estándares redactados por Megnin, Solaro y Triquet, los 3 mosqueteros de la FCI.
«𝐄𝐥 𝐥𝐞𝐧𝐠𝐮𝐚𝐣𝐞 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝 𝐝𝐞𝐛𝐞 𝐬𝐞𝐫, 𝐬𝐢𝐧 𝐝𝐮𝐝𝐚 𝐚𝐥𝐠𝐮𝐧𝐚, 𝐬𝐢𝐦𝐩𝐥𝐞 𝐲 𝐬𝐢𝐧 𝐚𝐫𝐭𝐢𝐟𝐢𝐜𝐢𝐨𝐬»- SENECA, un español de Córdoba
Todas las imágenes proceden de «The Illustrated Book of the Dog», de Vero Shaw, publicado en 1881
© Eduardo De Benito

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